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jueves, 23 de julio de 2015

Mi hermano y yo (Sumiso) 1

Mi hermano y yo (Sumiso) 1
(6232 lecturas - 3 comentarios)
Publicado por angelmatsson el 29 de Jun, 2015

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DEL ESCRITOR DE SEXY MORMON LLEGA ESTE RELATO

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*Todos Los Derechos Reservados Al Editor
*Copyright MMXV-2015
*Prohibida Su Copia Sin Previa Autorizacion.

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No sé que me ha estado pasando, pero me dio un atacaso artístico y no he parado de escribir.
[Mi hermano me obliga a hacer cosas que no quiero]

Soy Samuel y esto pasó hace 5 años. Soy de estatura media, de cuerpo normal, nalg*as gordas y paradas, pelo negro y ojos cafés. Ahora tengo 18 y ya no soy el mismo chico miedoso y retraído que se asustaba fácil y se dejaba utilizar. Mi hermano es un hombre muy alto y de un cuerpo fuerte e imponente pues practica fútbol americano, de pelo negro y piel blanca. No es para nada feo y era del tipo de chicos que no entabla relaciones serias.



Bueno, en ese entonces yo tenía 13 años y mi hermano 18. Desde que tengo memoria compartí habitación con el y siempre discutíamos, más bien, el discutía conmigo. Todo lo que yo hacía estaba mal, me golpeaba, me insultaba y yo siempre agachaba la cabeza y no le discutía. A esa edad José se creía casi un adulto hecho y derecho, y pensaba que por tener 18 se mandaba solo y podría salir de fiesta cuando el quisiera. Pero no era así y a causa de eso habían muchas disput*as en la casa.



Y aquí comienza lo feo. José estaba arto de seguir esas simples reglas y comenzó a escaparse de la casa durante la noche. A pesar de que dormíamos en la misma habitación yo nunca lo había visto, pues tengo el sueño muy pesado. Pero una noche me desperté en la madrugada, en modo zombie fui al baño y ni me percaté de que no estaba, pero al volver lo encontré entrando por la ventana. Venía muy ebrio y fue toda una odisea que pudiera entrar. Cuándo al fin pudo entrar me miró. Para mi sorpresa estaba muy contento y murmuraba cosas para luego reírse solo de lo que decía. El miraba para cualquier lado pero ninguno de sus dos ojos se decidía para mirar el mismo punto.

Se sentó en la cama y yo me acerqué a la mía.



-E... Enano.- dijo intentando articul*ar palabras.- No... No lo digas... No le digas a la mamá.

-Ok.- dije.



Se me quedó viendo y de la nada comenzó a llorar.

-Ven.- me dijo. Me acerqué y el me abrazó. Su olor a alcohol me mareaba.- Aunque... Aunque no te lo diga... Yo te quiero... mucho.

-Ya....- dije casi ahogandome por la fuerza de su abrazo.-

-Es solo....-Continuó.- Que me da rabia... Que seas... Tan callado y nerd.

-Está bien.- Dije liberándome al fin.- Me iré a acostar, tengo sueño.

-Espera.- Se intentó para, pero no podía mantener el equilibrio.- Creo... Creo que bebí mucho... ¿Te das cuenta... Que el piso se mueve mucho?

-Claro.-

-Ayúdame a sacarme... la ropa.-



Me acerqué y comencé a ayudarlo. Balbuseaba cosas sin sentido y a ratos como que se dormía, para luego despertarse y seguir hablando incoherencias. José tenía un abdomen muy marcado y muscul*oso, y debo confesar que me gustó acariciarlo. Tenía unas tetillas hermosas y el caminito de pelos que se le formaba desde el ombligo hasta su pubis me tenía loco. Bajé su jeans y quedó en boxers. Se le marcaba el bulto de su verg*a y un poco más abajo se le marcaba la circunferencia de sus gordos testícul*os. Tenía mucha curiosidad de ver esa polla que seguramente había entrado en muchas mujeres. Me quedé embobado mirando y no me percaté que José me observaba seriamente.



Nervioso, me paré y me alejé, pero José no paraba de mirarme. Al otro día desperté esperando que se le hubiese olvidado todo. Me levanté a tomar una ducha y el aun dormía, pero cuando estaba tomando desayuno nos encontramos. Lo miré buscando una señal y la encontré, me miraba muy seriamente como acusándome de algo y yo solo atiné a esquivar esa mirada aunque sentí como me taladraba en la nuca.



Durante todo el día no hablamos y evitaba quedarme a solas con él por miedo a que me preguntara algo. Pero no pude evadir por mucho tiempo, ya que al llegar la noche nos encontramos solos otra vez. Intenté acostarme rápido y dormirme luego para evitar alguna interrogación por parte de él, pero me habló.

-¿Eres maricón?.-

-¿Qué?- realmente no esperaba que fuera tan directo, ni menos que utilizara esa palabra tan despectiva.

-Respondeme. ¿Te gustan la verg*as, no es cierto?- dijo tomándose el paquete.

-N..No.- dije bajando la vista.-

-No te ves muy seguro.- dijo acercándose.- Contestame mirándome a la cara. ¿Te gustan las verg*as gordas y cabezonas?

-N..No... ya te dije que....- Zas. No alcancé a terminar cuando una cachetada chocó contra mi mejilla.

-No me mientas. Vi como me miraste la verg*a anoche.- dijo apuntándome con su dedo acusador.- Y no se te ocurra llorar, porque el próximo golpe será más duro.

-...-

-Confiesalo.- susurró cerca de mi oído.- ¿Cuántas verg*as te haz comido?

-Ninguna... Yo... No estoy seguro, solo me dio curiosidad.

-¿Curiosidad? No me hagas reír.- dijo con sarcasmo.- ¿Quieres ver una polla de macho?

-N...No.

-¿Seguro?- dijo masajeandose tentadoramente su paquete, dejandome hipnotizado.

-No... Es decir si.



Dudé asquerozamente y me consumí en nervios. José introdujo su mano dentro de su boxer y comenzó a sobarse el pen*e justo frente a mis ojos. Pude ver el inicio de inicio de una imponente mata de pelos negros y rizados. Mi pulso aceleró y no me di cuenta que casi estaba con la boca abierta mirando.



-Con que no te gustan las verg*as. Fíjate en la cara de hambriento que estas poniendo.- dijo apuntandome con el dedo de su mano desocupada.

-Yo...- bajé la vista. Tenía razón, no tenía como negarlo.

-Pero tranquilo. Me serás muy útil.

-¿Por qué?

-Ultimamente la mayoría de las chicas quieren foll*ar solo con condón y a mi no me gusta. Me pone a mil sentir que les lleno la vagina de mi caliente leche y dejarlas marcadas como mías. Soy un macho alfa y los machos alfas llenan de leche a sus hembras. Pero hay pocas que se atrevan a hacerlo sin condón con un desconocido, ya sabes que yo parejas estables no tengo.

-¿Y que tiene que ver conmigo?.- Zas, un golpe en mi mejilla.

-No me interrumpas.- tomó aire y continuó.- Tu seras mi hembra ahora. Aprovecharé que tengo un agujero en casa donde dejar mi leche sin preocuparme de dejar embarazada a alguien o contagiarme de algo, ya que serás completamente mio y de nadie más.

-¿Que? Yo no...- Zas, Zas. Una cachetada a cada lado.

-Tu eres un maricón y te gusta la verg*a. Aprovecha que es la mía y que soy tu hermano. No tienes idea la cantidad de mujeres que he dejado pidiendo más verg*a. pero yo solo las uso una vez o de lo contrario se crean lazos sentimentales. Así que serás afortunado porque a ti te usaré todas las veces que desee. Y si te resistes te golpeare hasta cansarme, tendrás que dormir en otra habitación y le contaré a todo el mundo que te gusta la pija.

-Pero...- Entré en pánico y comencé a llorar.

-No seas nena.- dijo.- Te gustará, tarde o temprano disfrutarás... Bueno, si te comportas, de lo contrario no tendré piedad. Además ya tengo experiencias desvirgando cul*itos. ¿Esta bien?

-...- No me dejaba muchas opciones.-

-Responde. ¿O quieres que te obligue a responder?-

-Está bien.- dije dandome por vencido.-

-¡Ese es mi hermanito!- dijo revolviéndome el cabello.- Pues dejame estrenar ahora mismo mi nueva adquisición.



Sin perder tiempo bajó su pantalón y boxer hasta los tobillos. Wow, estaba muy bien dotado. Era blanca igual que su piel, estaba decorada por algunas venas que resaltaban de su carne, se le notaba un gordo glande pero estaba completamente cubierto por su prepucio. Su pubis tenía una mata muy grande de vellos que se desparramaba hasta sus imponentes testícul*os que eran un poco mas oscuros que su piel. Miraba anonadado su verg*a, nunca había tenido o visto una así de cerca. José la rodeó con su mano y tomándola firmemente comenzó a deslizar su prepucio hacia atrás. En efecto, su glande era gordo y muy bien formado, tenía un color rosado pálido y brillaba debido a la dureza.

Cuando vi a José, me di cuenta que disfrutaba enseñarme su verg*a, se mordía los labios y me veía con mucho morbo, disfrutando tenerme a esa altura. Su mano izquierda se posó en mi cabeza y comenzó a acercarla a la cabeza de su pen*e, mientras que el con la derecha lo apuntaba a mi boca.

-No te resistas, enano.- dijo haciendo presión en mis labios con su ardiente pen*e.- ¿O quieres que sea por las malas?

Me resistía a meterme eso en la boca. Es cierto que me producía curiosidad y cierta excitación, pero aun así no me parecía lo mas higiénico. Su suave glande masajeaba mis labios, depositando unas finas gotas de un líquido medio transparente y que tenía un ligero sabor salado. Aburriéndose de mi demora, comenzó a golpearme con su verg*a en la cara y ¡rayos! era doloroso. De pronto vi que levantó su mano amenazadoramente y antes de que llegara a su destino me engullí su pen*e.

-Aah.- gimió.- Eso es. ¿Ves que no era tan difícil? Con palabras buenas todos entienden.

Me sorprendí al darme cuenta que no era tan desagradable tener su verg*a en mi boca. Se sentía duro, caliente y carnoso. Descubrí que me gustaba chuparlo aunque no me entraba completamente en mi boca. Seguramente medía alrededor de 19cm y lo suficientemente gruesa como para envolverla apenas con mi mano. Por instinto y sentido común, escondí mis dientes y comencé a succionar su glande.

-Humm. Después de todo tienes talento.- dijo poniendo ambos brazos detrás de su cabeza y hundiendo mas pija en mi boca.

El líquido de pronto comenzó a salir a cada succión que hacía. No me desagradaba pero no sabía que era exactamente.

-¿Que es ese liquido salado que te sale?- pregunté despegándome un momento de su trozo de carne.

-¿Te haz masturbado alguna vez?

-Nou.-

-¿Que clase de nerd eres tu?-dijo riéndose.- No pares de chupar mientras te lo digo. Bueno, ese liquido es lubricante, cuando estás muy excitado te sale para que cuando pen*etres a alguien pueda resbalar sin problemas.

-aggh.- asentí con su glande en mi úvula. Por suerte supe manejar el reflejo del vomito y no se me hizo complicado tragar un poco más de pija.

Pronto mi hermano comenzó a aumentar sus envestidas. Me susurró que me quedara quieto y no hiciera mucho ruido. Luego con ambas manos tomó mi cabeza y sin una gota de piedad me empujó su pen*e hasta el fondo. Di un grito seco y ahogado, sentí que mis ojos iban a explotar, su gordo glande abrió mi garganta bruscamente causándome un horrible dolor. cuándo comencé a ponerme azul, José la retiro dejándome respirar.



Caí de espaldas en mi cama mareado y con mucho dolor.

-Lo siento. No pude evitarlo.- no había ningún arrepentimiento en su voz.- Será mejor que seas niño bueno o ya sabes lo que te pasará. Además por ahora solo usaré tu garganta y ya mañana cuando estemos solo te abriré allá atrás.

Haciendo un esfuerzo me enderecé. Mi boca dolía y mi garganta me ardía. Con mucho miedo de que me golpeara abrí lentamente mi boca. Juguetonamente su glande buscó mi boca y haciendo movimientos circul*ares comenzó a entrar en mi húmeda cavidad. Sumisamente fui abriendo y haciendo más espacio para ese trozo de carne, hasta que lentamente comenzó a llegar a tope. Cerré mis ojos y aflojé mi garganta, y en un par de empujones me tragué todo pen*e, tocando con mi nariz el vello de su pubis.

José gruñía de placer y embestía contra mi boca. Cada vez iba más rápido, estaba como burro, seguramente le ponía mucho usara así a su hermanito. Sus testícul*os golpeaban mi mandíbula rítmicamente y a medida que subía la intensidad más profunda eran sus embestidas y más gemía. Una lágrima cayó de mi ojo y bajó por mi mejilla. Empezó a gruñir como un macho en celo y darme con fuerza más polla. Tomó con fuerza mi cabeza y me enterró su carne hasta el fondo y entre espasmos me comenzó a llenar de leche la garganta.

-Ahh Hmm. Me encanta tu boquita.

Su pen*e saltaba en espasmos y su contenido inundó mi boca. Mi lengua nadaba en seme*n, su espesa consistencia y su particul*ar sabor estaba en toda mi boca. Los chorros eran interminables y en poco su contenido comenzó a ahogarme.

Cuándo terminó su orgasm* retiró su pen*e de mi boca todo pegajoso y húmedo.

-Tragatelo todo.- dijo amenazadoramente. Tragué todo su espeso contenido.- Ahora limpiame la verg*a.

Succioné todo su pen*e, desde la base hasta la punta y con la lengua fui sacando los grumos que se pegaron a su alrededor. Ahora su glande estaba un poco mas desinflado y de un color rojizo. Acariciándome la cabeza en señal de gratitud, se retiró. Quedé ahí con un terrible dolor de garganta después de esa violación oral. Lentamente fui al baño y me lavé los dientes, cepillandome hasta la traquea para eliminar ese particul*ar sabor de mi boca. Luego me fui a la cama y me dormí.

Al otro día mis padres tenían una cena en el trabajo de mi papá, así que estarían allí hasta tarde. Durante toda la tarde intenté rehuir de José, su mirada me incomodaba y me hacía gestos con la boca y con las manos, muy poco decentes por no decir morbosos. Mi garganta aun dolía y el recuerdo del sabor de su leche me perseguía.

A las 9 en punto mis padres se fueron, dejandome claro que hiciera caso a todo lo que José me dijera, no está demás decir que los ojos de mi hermano brillaron macabramente. En el momento que se cerró la puerta, José se volteó mirándome como si fuera la ultima entrada para los cuartos de finales de la copa América. Mi cuerpo entero vibró y mi instinto de huida me gritaba que saliera corriendo sin mirar atrás. Pero el instinto morboso de mi hermano fue más rápido y me tomó del pelo antes de que pudiera mover un múscul*o. De manera muy poco suave me arrastró al baño, me desnudó bruscamente y me lanzó a la tina.

-Te quiero bien limpio, enano.- dijo abriendo la salida del agua.- Así que prepara el cul*ito que lo quiero con olor a vainilla.

Con la gracia de un elefante saltando la cuerda, me levanto y me acomodó de manera que mi cul*ito quedara en pompa para él. Zas, zas zas. Sonaron las nalg*adas en mis suaves y húmedas pompis.

-Que delicia.- decía amasando mis nalg*as.- Que sucul*entas. ¡Mira!... Verdad que no puedes. Pero te contaré: Tienes el anito rosado y apretadito. Que ternurita. Veremos como te queda después de esta noche.

Su voz tan tétrica me erizaba la piel. Me enjabonó completo y parece que buscó la esponja más áspera porque me dejó toda la piel sensible. Luego me puso un chorro de jabón en las puertas de mi ano y de esa manera tan poco sutil, introdujo su dedo hasta el nudillo. Invoqué a todos los ángeles y arcángeles, llamé hasta a Harry Potter, porque el dolor y ardor fue terrible. La sensación de invasión, sin una previa preparación o un mínimo de delicadeza, me dejó escociendo el ano.

Gruñí, pero a mi hermano no le importó. Metió su dedo como si fuera lo más normal del mundo, él estaba entusiasmado escarbando en mi cul*o, moviendo su dedo de un lado a otro, enjabonandolo muy bien y a conciencia. Cuando consideró que había invadido todo mi interior, sacó su dedo y me enjuagó. Me levantó como si fuera un costal de basura y me secó. Luego, así desnudo como estaba, me llevó hasta nuestra habitación.

Yo iba tratando de caminar detrás de él, pero me tiraba del brazo tan fuerte que perdía el equilibrio. Cuándo llegamos, me lanzó a la cama y al fin pude descansar. El rápidamente se comenzó a desvestir, se le notaba en la cara lo ansioso que estaba. Cuando se sacó la camisa y me dejó ver ese cuerpo tan tonificado, me excitó mucho, me causaban ganas de lamer cada rincón de su abdomen. Después continuó con sus pantalones y boxers, que dejaban ver la erección de caballo que tenía.

Chasqueó los dedos y me dijo que comenzara a chupar. Al parecer el no se había duchado previamente porque su pen*e olía a... pen*e precisamente. Tenía una fina películ*a de sudor la cual degusté y que tenía un rico sabor salado. Debo admitir que en el fondo me excitaba hacer esto con mi hermano, aunque el hecho de que me tratara como una put*a (y gratis, que era lo peor) me dejaba super mal. Y la noche anterior si no fuera por el dolor que me causó y la poca muestra de cariño, yo quizás lo hubiese disfrutado un poco.

Limpié su pen*e completamente. Intenté darle el mejor trabajo oral para que no me la metiera tan brusco. Así que yo mismo me la hundí hasta el fondo, también le lamí los huevotes, y le fui mordiendo sutilmente desde el escroto hasta su glande, enloqueciendolo de placer. En un rápido movimiento me tomó entre sus brazos y me giró de cabeza, dejando mi cara en su verg*a y mi cul*o a la altura de su cara. Por suerte yo eran un flacucho de nalg*as gordas y el un fortachon sexy.

Ignorando mi erecto pen*e, se fue directamente a comer mi cul*o. Su lengua ardía a niveles globales, mi cul*o se contrajo al momento en que su saliva hizo contacto con la superficie arrugada de mi ano. Al fin yo estaba sintiendo también algo rico, aunque no creo que lo hiciera a propósito, era solo para sacarse el morbo de comerse un cul*ito tan rico como el mio (humilde opinión).

Me dejó el hoyito húmedo y comenzó a meter sus dedos como si fuera el bolsillo de su pantalón. El ardor se hizo presente y comencé a gritar.

-Ya no grites. A la gente como tu le gusta que le hagan esto.- Fue un comentario muy despectivo, pero temí responderle porque no estaba en una posición muy segura.- Cállate y sigue comiendo polla, además este dolor no va a ser nada cuando te meta la verg*a.

Intenté no pensar en eso todavía y seguí chupando su glande. En un momento introdujo un dedo de una mano y tres de la otra estirando mi ano como si fuera de goma.

-Con más cuidado.- dije.- Si lo rompes, lo pagas.

-No te hagas el chistoso.-

-Pe... pero.- dije nervioso.- Ten cuidado o me podrías hacer daño y no creo que sea fácil explicarle a nuestros padres.

Al fin tomó un poco de conciencia y bajó la intensidad. Abrió un poco más y escupió. De pronto en un ágil movimiento me giró y me colocó en 4. Tomó su tronco y comenzó a azotarme las nalg*as y todos los alrededores de mi ano.

-Relaja el cul*ito o te dolerá más.- Solo eso me dijo y comenzó a empujar.

Su grueso glande hervía al contacto de mi piel. Por más que empujara, mi anito no se abría y eso me causaba un agudo dolor. Así que retiró un poco su pen*e y lanzó un sonoro escupo en su glande y de un infernal empujón atravesó mi ano. Llegué a ver estrellas, grité a todo pulmón y apreté con todas mis fuerzas. José solo gemía y susurraba cosas morbosas. Caí con mi pecho en la cama y mi hermano sostuvo mis caderas para que no bajara mi cul*o.

Él, sin piedad y sin importarle mi dolor, siguió empujando. Mi erección bajó, mientras sentía como me partía el cul*o. Lo sentía demasiado abierto y eso que aun quedaba más por entrar. Cuándo estuve completamente empalado, José lanzó un grito de victoria, al fin había desvirgado un cul*ito. Comenzó el mete y saca y yo aun no me acostumbraba. Apretaba mi cul*o con mucha fuerza para evitarlo, pero eso le excitaba aun más y hacía gemidos roncos y graves cada vez que lo intentaba.

No aguanté más y comencé a llorar en silencio. Jamás pensé que mi hermano me hiciera algo así. Me sentía destruido y adolorido. Sus testícul*os chocaban con los míos y el sonido de mis nalg*as contra su pubis sonaba por toda la habitación, mezclado con los gruñidos de placer de José.

En un momento me sacó su pen*e completamente, dejando descansar momentáneamente mi ano y me giró. Puso mis pies en sus hombros y jugando con mi entrada, hundió toda su verg*a otra vez. Le gustaba ver mi cara de dolor, se excitaba sacando su pen*e y viendo lo abierto y rojo que quedaba mi agujero. Me veía a los ojos y sonreía cuando enterraba hasta el tope su mástil, causándome un agudo dolor en mi interior.

Pronto su rostro se contorsionó y comenzó a pen*etrarme más fuerte mi más profundo. Yo comencé a gritar y el a gemi*r. Se volvió un animal y gemía con furia. Me insultaba y me decía obscenidades. Ya no aguantó más y comenzó a correrse en mi interior gritando como un loco. Su esperma hervía como el trasero del diablo, causándome un infernal ardor. Sus espasmos del orgasm* hacían palpitar su verg*a y perfectamente la podía sentir saltar en mi interior.

Metió y sacó su verg*a hasta que dejó de liberar su contenido y luego la retiró. Su pen*e salió completamente cansado, cubierto por un pegajoso liquido color rojizo. Me asusté cuando me di cuenta que de mi cul*o salía seme*n con sangre y José lo notó. Me llevó al baño y me limpió. Por fin pude ver una gota de compasión en sus ojos, pero ya era tarde, lo odiaba con todo mi corazón. Luego me llevó a la cama e intente dormir. Me costó mucho poder lograrlo pues mi cul*o dolía con cada movimiento, pero llegó un momento en el que el cansancio me consumió.

Soñé con mi futuro. Noches y días de foll*adas y mamadas. Noches y días en los que yo terminaría repleto de leche por alguno de mis orificios. Noches y días en los que el dolor me vendría a visitar. Noches y días que acumularían más y más odio en mi corazón.

Pero todo ese futuro se nubló cuando conocí a Ricardo, el amigo de José.